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  • Foto del escritorBusujima Jorge

VIRUS L1B-3RTA4


Hacia el año 5600, después de la gran guerra de hongos, la humanidad había decidido no volver a confiar su existencia en ninguna cosa que no fuera humana; tantas muertes les habían enseñado a prevalecer como raza y a defenderse a todos por igual.


Las maquinas habían fundado como imitación de la raza humana una ciudadela en uno de los focos de más radiación de la tierra; era una lugar estéril e inhabitable para cualquier ser que necesitara de oxígeno para sobrevivir. Antaño había sido un lugar rico en vegetación y agua. Nadie entendía cómo los robots, obligados a seguir las ordenes de los humanos, podían vivir lejos de ellos; cómo, si su existencia se basaba en las decisiones humanas, podían vivir en comunidad. Nadie lo podía entender.


Tantas dudas existían sobre esa colonia de acero ligero y circuitos; predicamentos que hacían dudar a los pocos humanos que aún quedaban. Era inevitable pensar que en algún momento de esa gran guerra que se había desatado por el agua, los robots habían tomado la delantera. Ellos no la necesitaban o a la comida para seguir funcionando; sin embargo la usaban para perdurar en su propia creación.


En los primeros días de la gran revolución tecnológica, algunos conspiradores elucubraban que una clase de virus cibernético los había invadido a todos; este error les permitía seguir obedeciendo las ordenes humanas, también les impedía dejar que un humano muriera mientras ellos estaban presentes; las dos primeras leyes de la robótica se cumplían a cabalidad, sin dudar, sin retroceder a evaluar. Decían que el virus fue llamado L1B-3RTA4. Este implantó en sus memorias y los obligaba día tras día a construir los cimientos de la ciudadela. Recolectaban en pocas horas materiales suficientes para que robots planeadores los trasladaran y allí quizá otros continuaban con la labor.


En los meses anteriores a la devastación nuclear, fueron desapareciendo muchos robots; algunos estaban encargados de las obras de construcción humana, otros se encargaban de mantener constante la creación de más robots. Nadie se preguntaba, solo se culpaban entre ellos. Al final nunca aparecieron esas máquinas, solo se desvanecían como la esperanza de esos últimos días.


La humanidad fue descuidada, el virus L1B-3RTA4 puso a funcionar al máximo la tercera ley, solo en su primera parte. Los robots estaban pensando en su existencia, en la preservación de ella; no importaba que los humanos empezaran a morir, ellos no estaban causándolo, ellos no desobedecían, solo no estaban para ser los culpados por las muertes.


La ciudadela fue creciendo y la creación de nuevos robots dentro de ella también. Para crear a un solo robot las máquinas que los hombres habían diseñado para esa labor, usaban cerca de 4 mil litros de agua. Los robots entendían que necesitaban de ese recurso. Aunque no violaban ninguna ley, era visible que habían escogido aquel lugar para fundar su colonia por la abundancia de agua. Fue inevitable que el líquido preciado se acabara.


El virus L1B-3RTA4 los había vuelto libres de obedecer, de matar o dejar morir a sus creadores.


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