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  • Foto del escritorBusujima Jorge

Habló


Se sentaron a la mesa que era extrañamente cuadrada, tenía un gran cristal que la cubría. Sobre ella estaban las velas encendidas de color negro; el ambiente se permeaba de un olor intenso a copal y algunas veces a rosas.


Se sentían extrañamente tranquilos, aun sabiendo para lo que estaban ahí. Eran seis personas, un número improvisado por la situación. Una de las tres mujeres que parecía ser la que iba guiar la ceremonia, levantó su rostro y viendo a los demás carraspeó su garganta.


-Están listos para lo que sucederá; espero que mantengan la calma, solo si hay miedo pueden hacernos daño- dijo; quizá entre ellos se preguntaban quién o qué los lastimaría, no preguntaron por la ansiedad. Los tres hombres que llenaban los espacios de aquella mesa, al unísono respondieron: Estamos listos. Las dos mujeres lo dudaron por un segundo – Estamos… listas-.


La guía de la ceremonia bajó sus manos y sacó una tabla de madera. No había más luz que la tenue dada por las velas que sumaban en total 7. De la habitación nada más se podía distinguir lejos de la mesa, las sillas, las personas y esa tabla que brillaba como si tuviese luz propia.


-Esta es una ouija- dijo la mujer al ponerla sobre el cristal –Es la tabla de los muertos, con ella podremos abrir el portal para comunicarnos con él-.

Todos habían escuchado alguna vez sobre ese juego, pero no sabían que podía ser tan real.


-Empezaremos, tomándonos de las manos para hacer el círculo de protección. Haremos la oración de los santos jueces; el acompañamiento de los elementales para no salir dañados en el proceso. Esta es la verdad, estamos jugando con el plano espiritual y así como abriremos el camino para hablar con él, también lo haremos con todos los que nos pueden escuchar- musitó la mujer de la ouija.


Se tomaron de las manos y empezaron a orar; a repetir lo que ella decía:

-En el nombre de las siete deidades- empezó –abrimos el camino del plano astral para aquellas almas que no han podido descansar; en el nombre de los elementos; del agua, del fuego, del aire y la tierra nos protegemos de los descarnados que intentarán tener una nueva oportunidad; en el nombre del ángel de la muerte que estará con nosotros vigilando lo que haremos, te pedimos permiso y protección- terminó la oración. La llama de las velas se apagaron por un momento, no hubo brisa alguna que lo hiciera, solo sucedió.


-¿Cuánto tardará en contestar?- preguntó uno de los hombres, quizá entre asustado e impaciente –Queremos saber la verdad sobre su muerte, sospechamos de alguien pero no estamos seguros-.


-Tardará lo que deba tardar, a las almas no se les deben apresurar, pero sí él quiere hablar y no se conoce la verdad de su muerte, querrá decirlo lo antes posible- sentenció la mujer que sabía de rituales espiritistas. La habían encontrado por recomendaciones de otras personas, sabían muy poco de ella.


-Todos pongan el dedo índice de su mano izquierda en la tabla, y repitan conmigo: SABEMOS QUE SOMOS HUMANOS Y QUE NUESTRO TIEMPO NO HA LLEGADO; SABEMOS QUE NOS PONEMOS EN RIESGO PERO TAMBIÉN QUE QUIEREN HABLARNOS Y QUE SOLO A TRAVÉS DE ESTA TABLA LOS PODEMOS ESCUCHAR- todos lo dijeron y luego pusieron su dedo en la maderita en forma de pirámide que funcionaba como un lupa sin aumento para leer las letras en la ouija.


-Serán 6 preguntas. Una por cada uno de nosotros- explicó la mujer al mismo tiempo que el ambiente se hacía cada vez más pesado. –Yo haré la primera pregunta, tienen que entender que a las almas de los difuntos les cuesta comunicarse, será lento mientras toma fuerza de nosotros-.


Las dos mujeres temblaban inconscientemente, y los tres hombres sudaban, sus frentes brillaban con pequeñas gotas de agua que salían de sus poros. Tenían miedo.


-¿Estás aquí con nosotros Abel?- preguntó la experta. Hubo silencio. Al momento la madera sobre la tabla de los muertos, comenzó a deslizarse con los dedos de todos sobre ella. Nadie la movía, nadie hacía fuerza para que así pasará. Recorrieron hasta llegar donde decía: SÍ. Abel, el hombre que había muerto y por el que estaban allí, los estaba escuchando.


-Abel, amor, soy Camila ¿Sabes quién te asesinó, viste a quien lo hizo?- preguntó la joven, su mano derecha temblaba en su regazo. Ella lo había amado más que cualquier otra persona y no había estado en el país cuando sucedió. Por ella estaban haciendo esto. Quería saberlo.


La lupa giró en su mismo sitio y regresó al . Iban dos de seis preguntas, la primera para saber si él estaba allí; la segunda para saber si conocía a su asesino. Luego siguió Raúl, uno de los tres amigos de Abel, su mejor amigo. Fue quien lo encontró en la tina con las muñecas abiertas como una boca que vomitaba el líquido vital.


-¿En dónde está el asesino Abel?- cuestionó al espíritu. Sus manos recorrieron la ouija, primero vino una A, pasó luego a una Q, siguió la U y se detuvo en la I. AQUÍ. Abel les decía a todos que el asesino estaba presente en esa mesa, alguien lo había asesinado y todos sospechaban el uno del otro, no obstante no se aventuraban a lanzar acusaciones.


Mientras todos negaban el ser el asesino, Agatha, que hasta ahora había sido la guía en la sesión, les pidió que se calmaran y también que por seguridad terminaran el juego. Sin embargo para ellos ya no era un juego, nunca lo fue.


-¿Quién te asesinó Abel, dinos su nombre?- preguntó Cristina, la mejor amiga de Camila; ella había estado en una relación con Abel después de que su amiga se fuese de viaje, llevaban mucho tiempo engañándola.


-NO- contestó Abel. Hubo desconcierto. No entendían por qué él no quería decir el nombre de su asesino.


-¿Por qué no quieres que sepamos quién te asesinó?- interrogó Miguel. Estaba allí por la casualidad de conocerlos a todos; era más amigo de Raúl que de Abel. Miguel había estado enamorado de Camila durante mucho tiempo pero Abel lo había golpeado meses atrás de que ella viajara, estaba marcando su territorio le dijo Raúl.


La tabla respondió: -A…M…O…R; AMOR.-


Decía amar a su asesino o que su asesino le amaba. Múltiples interrogantes que dejaron fuera a Miguel y a Alex, los dos últimos en la lista de amigos o conocidos de Abel. Miguel no le amaba y tenían la certeza de que era mutuo. Alex había tenido muchos problemas con Abel, así que buenos amigos no eran, era el hermano de Cristina. Los problemas nacieron desde que se enteró que ella y Abel tenían una relación a escondidas de Camila.


Todo indicaba que el asesino estaba entre Camila y Cristina.


Alex formuló la última pregunta. Era el interrogante definitivo que ayudaría a cerrar el círculo de incertidumbres y de señalamientos que se habían hecho entre ellos. Sabiendo el nombre del homicida podían culparle y aunque no pudieran probarlo habría sospechas que las autoridades podrían seguir.


-¿Abel, el asesino es una de estas mujeres?- al fin preguntó. Los demás que esperaban las palabras de Alex se extrañaron; estaba mal formulada. Era una de ellas y la respuesta solo podía ser un sí. Alex sabía algo que los demás no, él había visto en una reunión una situación que lo había hecho dudar y volver la última pregunta en algo más general.


La madera recorrió la tabla y se detuvo en: NO. No hubo asesina, no fue una de ellas. Fue el asesino.


Raúl había amado a Abel en secreto toda su vida y cuando le dijo que no estaba bien que engañara a Camila con Cristina, discutieron; intentó besar a su amigo y este lo golpeó; Raúl lo empujó tan fuerte como para hacerlo trastabillar y golpearse contra un muro para quedar inconsciente. Raúl dominado por la ira y el miedo pensó que lo había asesinado del golpe, no revisó signos vitales; no pensó en nada más que salir de esa situación.


Arrastró a su amigo hasta el baño, lo desnudó y metió en la tina; tomó una de las navajas de afeitar y cortó sus muñecas. Esperaba que así no lo culparan. Un accidente se volvió en homicidio.


El cristal de la mesa se rompió. Raúl cayó al suelo convulsionando. Agatha se apresuró a decirles:


-¡NO SE ACERQUEN A ÉL! Yo no pensaba que el asesino estuviese entre nosotros, porque de ser así les hubiese advertido que cuando un alma se enfrenta a su asesino con el poder que le da la ouija para traspasar el plano espiritual, buscará venganza y si no es Abel, será cualquiera de las decenas de almas que usan el canal que les da la tabla. Raúl al mentir desde el principio y al permitir que esta sesión se hiciera les dio la libertad a los descarnados para devolverle el favor.- sentenció la mujer, mientras escuchaban como el que había sido amigo de Abel, dejaba de respirar.


Nada podían hacer, estaban en los dominios de la muerte ahora.


-Repitan después de mi- les ordenó Agatha –Hasta aquí hemos llegado, cerramos el portal que hemos abierto; nos protegemos a nosotros por el poder que nos da nuestros nombres como seres vivientes que habitamos este plano. El inocente ha tenido su descanso y el culpable su castigo, enviamos a los dos a la luz para que así descansen.- Al terminar de pronunciar las palabras, las velas se apagaron y en la penumbra se podía sentir el aleteo un ave gigante, era la muerte que se había llevaba por fin a Abel y también a su mejor amigo y asesino.


©

Todos lo escrito aquí es autoría de
Jorge Quintero
[Busujimajorge]

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