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  • Foto del escritorBusujima Jorge

Suciedad


La noche se tornó en un reflejo en la oscuridad. No sabía cómo había terminado en ese lugar o por qué estaba allí. El agua que daba la sensación del miedo o de la desesperación hacía que su estómago se estrujara, era el retortijón de la incertidumbre. En la penumbra de esas regaderas los recuerdos de un dolor reciente atropellaban sus pensamientos. Alguna decisión equivocada, algunas palabras desesperadas y el deseo incontrolable de haber hecho menos, de acabar antes con un amor tóxico. Mil discusiones tardías se simulaban en su cabeza.


Era un sitio clandestino, pero al mismo tiempo público. Concurrido por cientos de hombres jóvenes y mayores. Unos arañaban la superficie de lo prohibido, buscando la forma de salir de sus existencias limitadas y otros simplemente buscaban sentir algo más que el agujero en su pecho, ese que no se llenaba con nada o con nadie. Él estaba preso de las circunstancias, encarcelado en su pérdida de afecto. Solo quería un cuerpo ajeno que pudiese tocar entre las evocaciones de su cariño. Exorcizar el universo sensorial y mental que había dejado atrás un tormentoso y farsante querer.


Le habían hablado de ese sitio que ya no tenía importancia. En uno de sus rincones oscuros encontró lo que buscaba. Una improvisada relación de minutos que terminó consumida en deseo sin deseo y al final en decepción, en asco de sí mismo. Volvía a su cuerpo la tristeza que partía su alma. Nadie podía haber llenado ese vacío y ahora había también repugnancia para acompañarlo entre arcadas involuntarias.


Bajo el agua que mojaba indiferente su cuerpo, el tiempo se convirtió en una idea abstracta, en algo superfluo. El hombre que le había dado su vacío y su tiempo, estaba a su lado buscando acercarse más a su alma que al cuerpo que ya había trasgredido. -¿Puedo saber tú nombre?- le preguntó ahogado por el eco de la regadera que rebotaba en los adoquines blancos en contraste con la impureza de ese lugar.


Él seguía distante. Su ser estaba allí en diferido con su mente. Cuando la pregunta se rebobinó, sacudió su cabeza para hilar una respuesta innecesaria -Lucas- mintió. Ese hombre a su lado no trascendería jamás en su vida, no había necesidad de ser honesto. Quizá el tono fue evidente -Un nombre falso- hizo una pausa para continuar la puntada -Una regla básica en un lugar como este- quizá lo conocía de antes y entre la pasión frívola su vista y recuerdos se nublaron. -Seguiré la regla, me llamo Víctor- contestó el hombre siguiendo una conversación que no se necesitaba.


Lucas sonrió sin ganas. Que se haya dado cuenta de su mentira no le interesaba ni le preocupaba. Le parecía gracioso que Víctor siguiera una partida nunca iniciada en el juego de una conversación falsa. –Quisiera no ser descortés pero no quisiera tener algo que ver con alguien en esta situación. No porque me gane el asco sino porque me gana la tristeza- dijo Lucas, no meditó sus palabras, eran la verdad. Algo que no había tenido desde hacia mucho tiempo.


-No hay ningún problema, espero encontrarte un día fuera de este lugar, en la vida real y sea el momento adecuado en tú vida para invitarte una cerveza- solo soltó esas palabras en el aire como si de verdad en su mente que había decidido un día cualquiera entrar en ese sitio, también creara la idea de conocerlo. Cuántas personas habrán caído en esas palabras fue lo único que pensó Lucas antes de que Víctor saliera. Iba ser la primera y última vez que se verían.


Siguió bañándose, esperaba poder quitarse todo de su cuerpo. Su miedo. Su asco. Su dolor. Le pedía al agua que arrastrará consigo todas esas emociones y se disolvieran en las tuberías. Cerró sus ojos para sentir el calor de las lágrimas que recorrían de nuevo su rostro, esta vez juntándose con el río desbordado de la llave. No escuchó que tres hombres nuevos estaban en las regaderas hasta que abrió sus ojos. Terminó de limpiarse e intentó salir.


Uno de los hombres estaba de pie en la puerta, los otros dos se le acercaron y comenzaron a frotar sus cuerpos con el suyo. Lucas quiso con su lenguaje corporal darles a entender que no quería esa situación. Se había tardado más de lo necesario para sentirse limpio después de lo de Víctor, no quería quedarse con nada de ese sitio y no deseaba estar más tiempo allí.


Fue tarde. El hombre de la puerta se acercó y con un movimiento rápido Lucas comenzó a sentir el calor que brotaba de su estómago. Lo habían apuñalado. No había una razón real, solo sucedió. Alcanzó a ver la luz reflejada en el acero del puñal. Vio la cara de uno de ellos que temblaba. Tenía más miedo que él que empezaba a desangrarse.


Los tres hombres salieron del cuarto. Lucas cayó al suelo que se pintaba de negro. Su sangre coloreaba las baldosas en la oscuridad. Su mente se relajó. Un último pensamiento antes de irse con el agua -gracias- .


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